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Cometí muchos errores. Lloré por quién no debía y reí con falsas amistades, tropecé dos veces con la misma piedra y cuando pensaba que ya no lo haría más, me empujaron y caí estampada con la tercera. Perdoné mucho, demasiado, callé demasiados te amo que, por miedo o por inseguridad se quedaron por mucho tiempo en el aire. Hubo veces que me desperté con ganas de comerme el mundo y otras que parece que el mundo me comía a mí. Grité con fuerza, pero mi voz no siempre salía, y callé verdades por no hacer daño. Hay días que dormía solo para poder verte en mis sueños y días en los que no podía dormir. Abrasé a la persona que pensé que nunca me haría daño y me dí cuenta de que esa persona no se merecía ni el roce de mi piel. Tuve la sensación de volar más alto que las nubes, en el lugar más insospechado. Canté en la ducha hasta que mi garganta no podía más, hubo días que me sentía precioso y otros que no quería ni mirarme al espejo. Descubrí que el paraíso puede encontrarse en el tacto de una piel suave, que las caricias son más fuertes que los golpes y que los besos pueden hacerte volar. Disfruté de pequeños detalles, y aprendí poco a poco en qué consiste la vida.
Y el secreto, el verdadero secreto de todo está en no arrepentirse de nada.